martes, 13 de marzo de 2007

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

Jamás se mata a quien jamás se olvida.

Indignación es la palabra. Indignación. En un país que sufre tantas consecuencias por la impunidad y la indolencia, se siente indignación cuando después de encontrar el cuerpo sin vida de un amigo, asesinado cruelmente, uno lee las declaraciones de quien es representante de la policía de Bolívar explicando el crimen por la condición sexual de la víctima.

Las palabras publicadas del coronel Mena Bravo dicen así "Toda la prueba que se ha recopilado, y las informaciones que hemos verificado por parte de la Policía Judicial, todo indica que los móviles fueron absolutamente pasionales por cuanto este ciudadano llevaba una vida desordenada, era promiscuo y, en su condición de homosexual, tenía varias personas como pareja.".

Si bien nuestro Coronel es un funcionario ejemplar, del que todos debemos estar orgullosos por ser cumplidor del deber, parece habérsele olvidado que la homosexualidad no explica un homicidio, ni es suficiente razón para minimizar los móviles de un asesinato, que no se ha investigado adecuadamente.

Recordando la célebre obra de García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba, es probable que a nuestro representante de la ley nadie le haya escrito sobre toda la impunidad reportada en nuestro país sobre crímenes contra personas homosexuales por tratarse de manera simplista frente a la posibilidad de un crimen pasional.

La discriminación existente sobre personas homosexuales se trata a la ligera, pero tiene la misma gravedad de todas aquellas actuaciones que se cometen contra los derechos humanos. Toda actitud ofensiva hacia la homosexualidad constituye una peligrosa muestra del verdadero deterioro que tenemos como sociedad, manifiesta en la intolerancia por la diversidad y el respeto por el otro ser humano.

En este momento y a esta misma hora, muchas personas tienen que vivir con el dolor en la espalda de ser marginados por su condición sexual. Personas como usted que está leyendo ahora, personas que sienten, que le apuestan a la vida, que tienen sueños y que trabajan por construir país.

En una ciudad con tanto resentimiento social, la indolencia nos está matando. La vida se acaba en un segundo, en cien años todos estaremos muertos, pero seguimos actuando como si nunca nos tocara nuestra hora. Se nos olvidó ser humanos. Tenemos un discurso repetitivo sobre la democracia, los valores y la moral. Pero no se construye democracia cuando discriminamos, no se puede hablar de valores y de moral cuando actuamos depredadoramente contra otros seres humanos por tener una condición sexual distinta a la nuestra.

Rolando Pérez fue mi hermano, la dulzura de sus ojos la tengo grabada cada vez que cierro los míos. Estoy segura de que nuestro Coronel no lo conoció, no tuvo la fortuna de hacerlo. Tal vez por eso se atreve a dar declaraciones tan prejuiciosas. Lo siento por él, porque la vida no le dio el regalo que significó un abrazo de Rolando.

Sin embargo, no es necesario conocer a alguien para reconocerlo con toda la dignidad que merece un ser humano. Esta vez nuestro funcionario cometió una ligereza, pero no es otra cosa que un signo de la falta de tolerancia y respeto que tenemos con la diversidad que implica ser humanos.