miércoles, 26 de septiembre de 2007

¿EL TAMAÑO SÍ IMPORTA?

Dedicado a los espectadores de aquella noche
y a la insospechada tripulación de la gigantesca nave.


Desde un muelle, veíamos un enorme buque entrar a la bahía en medio de la noche. Todos quedamos perplejos ante la inmensidad de la máquina cargada de contenedores que hacía parecer a la ciudad como algo ínfimo. En la oscuridad del agua, el gran buque era guiado por una pequeña embarcación que le dirigía su camino hasta el puerto. Todos absortos guardábamos silencio, hasta que alguien preguntó con vivaz inocencia ¿Será que el tamaño sí importa?

Unos de los más grandes dilemas de un macho humano es el tamaño de su pene. Parece que toda una constelación de mitos y creencias suceden alrededor de un tema polémico, responsable de dichas, angustias, vergüenzas y gozos. Desde tiempos remotos el pene ha cobrado una significativa importancia para muchas culturas. En tierras colombianas, muy cerca de la ciudad de Villa de Leiva, un ejemplo se evidencia, antiguas figuras precolombinas se levantan en forma de erguidos penes de más de dos metros de altura. Inmensos falos son la representación de la fecundidad, de la fortaleza y la fertilidad de la tierra en muchos pueblos primitivos.

Alrededor del pene, en la historia de la humanidad, surgen creencias mitológicas que asocian su tamaño con un significado divino. Sin embargo, fuera de este mundo mágico, es importante dejar claro que no es más hombre, ni más fértil, ni más feliz, ni mejor amante quien lo tiene más grande.

Cuando un niño nace, sus padres no dudarán en mostrarle el pene a sus amigos y parientes más cercanos, y sonreirán orgullosos por lo bien dotado que se encuentra su hijo. Parte de los hombres que leen este artículo, recordarán que en el álbum familiar todavía conservan una exhibicionista foto en la que se revelaban desnudos en su primera infancia, y la insoportable vergüenza que sintieron cuando su madre la mostraba a sus tías mientras comían galletitas y tomaban café.

Durante la adolescencia muchos participan en el cruel juego de medirse el pene y de hacer competencias masturbatorias en las que el ganador era aquel que al eyacular llegara más lejos. Los jovencitos que creían tener un pene pequeño, sufrían y hacían lo posible por evitar estos juegos, cualquier cosa por evadir la burla de sus amigos.

Un hombre que considera que su pene es pequeño puede llevar sus relaciones de pareja con mucha inseguridad e incluso puede intentar evitar los encuentros sexuales. La poca confianza que se percibe sobre sí mismo puede influir en el desempeño sexual y en la posibilidad de explorar su sexualidad con tranquilidad.

Al parecer un pene pequeño es una desventaja bastante sufrible, pero aquella noche me atreví a preguntarles a las mujeres presentes lo que pensaban al respecto. Los resultados obtenidos fueron interesantes:

Hombres con pene grande pueden ser poco esmerados, lo que es una verdadera lástima. Una mujer aseguró que pueden ser muy confiados por el tamaño de su pene y dejar mucho que desear con respecto a otras características de las artes amatorias. Otra mujer afirmó que los penes grandes pueden generar desconfianza en la mujer, por el temor a ser lastimada.

Pero todas estuvieron de acuerdo que lo mejor para que un hombre confiara en sí mismo era decirle que su pene era grande…, aunque a veces tocara mentir. Consideran que son mentiras piadosas y necesarias para el futuro de la relación. Al parecer un ego masculino no soportaría una crítica de esta índole.

No estoy segura que mentir sea una estrategia muy honorable, pero aún en los casos de sinceridad extrema, es bueno recordar que existen formas piadosas de decir la verdad. Los comentarios destructivos y malintencionados en la vida sexual, crean un distanciamiento en la pareja y una pérdida de la confianza difícil de recuperar.

Sin embargo, el punto de mayor placer en la mujer, está apenas a unos pocos centímetros de la entrada de la vagina, y para ello no es necesario un pene de gran tamaño. La sexualidad humana tiene unas dimensiones amplias, un hombre que se centre sólo en las posibilidades de su pene, limitará su sexualidad a la genitalidad, y esto sería condenarla. No hay pequeñez más grande que aferrarse a unos cuantos centímetros de más.

Por supuesto que el tamaño importa, siempre importa. Un enorme buque de carga entrando a la bahía siempre será algo para sentarse a ver en una noche como aquella, pero sería un error creer que la maravilla está en su tamaño, y no en las cautivadoras manos que lo conducen, en la maestría de quien lo guía, en el misterio de la carga que lleva a dentro y en todo el universo de posibilidades que produce en la gente que se sienta en la orilla a verlo.

sábado, 15 de septiembre de 2007

MI MEJOR ESFUERZO

A pesar de mi resistencia contra las alienantes celebraciones, como un delicado detalle para todos aquellos lectores y lectoras que celebran con pasión el día del amor y la amistad, haré lo posible por renunciar a mi sarcasmo de cada año con el que siempre desprecio las largas filas en los almacenes para comprar un oso de peluche, unas flores y una caja de chocolates.

No cabe la más mínima posibilidad de que alguien conquiste mi corazón regalándome este tipo de cosas cuando cientos de personas están haciendo de manera autómata lo mismo. No espero que nadie me felicite en este día, ni que nadie me invite a salir a ningún lado, si hay una noche de antemano fracasada para ir a cenar, será una como esta, en la que todos los restaurantes están llenos y conseguir una mesa es un acto heroico.

En mi considerable esfuerzo por escribir algo positivo sobre esta fecha, he escarbado en las ideas de mi mejor amigo, y le he preguntado qué es lo bueno de esta celebración. Él coincidió conmigo, me dijo “nada”. Luego pensé que por algo somos tan amigos, jamás nos llamaríamos a desearnos un feliz día del amor y la amistad, no puedo evitar la satisfacción que me genera esta coincidencia. Pero luego veo a una niña de 13 años, emocionada llevando una manzana para su amiga secreta y me entusiasmo nuevamente en la búsqueda del sentido de esta fecha.

Así que por primera vez, intentaré que este texto combine con las tarjetas rojas con corazones, con el “interesantísimo” y “divertidísimo” juego del amigo secreto y con osos de peluche que me dan alergia. Pero pienso en el nombre de la celebración y en el sentido implícito, y comienzo a encontrar una maravillosa razón para escribir.

Lamento tanto que cuando llega el amor, ese amor romántico y erótico, desaparezca la amistad. Muchas veces cuando nos metemos en la cama, si teníamos la fortuna de ser amigos, lo dejamos de ser, y si nunca lo habíamos sido, ya jamás lo seremos. Las relaciones de pareja son tan condicionales que es difícil ser amigos, y dejamos de ser dos personas que se acompañan amorosamente por la vida, para volvernos en los dueños de los sueños ajenos. La amistad, en cambio, es casi incondicional, y eso es precisamente lo que la hace tan fuerte.

El amor y la amistad deberían ser dos condiciones indisolubles en las relaciones de pareja, pero como parece ser más importante reclamar la posesión de la pareja, exigirle, celarle, dominarle y poseerle, se destruye la amistad, la complicidad y la confianza. La única forma para que un amo se vuelva amigo de su esclavo, es dejándolo en libertad. No se puede ser amigo de quien establece una relación de poder y nos pretende dominar.

Ojalá en un día como hoy la gente pensara más en estas cosas, pero los que tienen pareja están pensando en el regalo y la palabra bonita, y los que no la tienen se desesperan en una desconsolada soledad septembrina. Me doy por vencida, juro que he hecho mi mejor esfuerzo, me rindo. Es todo lo bueno que podré decir al respecto, tal vez lo haga mejor el próximo año. Si cualquier otro día uno se viste de rojo, no faltará el cretino que dirá “cuidado con el toro”, pero el día del amor y la amistad, la gente se viste de rojo y nadie piensa en ningún toro, todos creen que van de rojo corazón, nadie va de rojo toro. Es el símbolo de una aburrida alienación.

Por educación, les desearé un feliz día y les daré unas sugerencias prácticas: A las mujeres que se sientan solas, no terminen aceptando a alguien que no aceptarían en circunstancias normales, que no se note la necesidad. A los hombres que no tienen pareja, piensen que se están ahorrando un dinerito. A la gente que tiene pareja, recuerden que los restaurantes y los moteles se infartan y el servicio suele ser bastante regular.

No hay por qué llorar a los ex novios, deprimirse, tener sexo o emborracharse. Si mi mensaje no logró persuadirle y hacerle desistir de participar de esta fecha, entonces celebre, pero hágalo de la manera más genuina posible, de la manera más íntima. Hagan lo que en realidad les gusta y dejen de estar haciendo lo que el resto de la gente está haciendo sin saber por qué.

La niña de 13 años que menciono, es mi hija, y debo admitirlo como una confesión, yo financio conejos de peluche. Encenderé una vela por mi amigo Rolando Pérez, hoy está muerto y a veces me da miedo que se quede en el olvido. Algunos años nos reuníamos en su casa a celebrar y cocinaba una pasta al pesto de albahaca inmejorable, la acompañaba con un puré de tomates marca Vitanova que traía de Cuba. Siempre cualquier excusa será buena para dar un abrazo a los amigos muertos y también a aquellos amigos que seguimos vivos. Sólo que es triste tener que esperar una fecha como estas para hacerlo, cuando el mejor momento es la vida de todos los días.

domingo, 9 de septiembre de 2007

ME RIO PARA NO LLORAR



¿Quién los ve andar por la ciudad, si todos están ciegos?
Los amantes, Julio Cortazar


En días pasados sacudió a la opinión pública una noticia que se mezclaba entre un matiz legislativo y otro farandulero. Con un sentido gracioso y hasta humorístico, el periodista anunciaba el proyecto de ley del Senador Edgar Espíndola que pretende una sanción económica para los infieles y otro tanto para el compañero o compañera de aventura.

El señor Espíndola, congresista por el partido Convergencia Ciudadana, como que olvidó la consigna de su propio partido que, entre otras cosas, se asume como pluralista. También olvidó, creo, el señor Espíndola, que no todos los colombianos y colombianas pertenecemos a la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, que por supuesto lo reconoce como líder.

Tal vez si hacemos una consulta popular respecto al tema, la mayoría estemos en desacuerdo con la infidelidad y aquellos que hayamos sufrido en carne propia las desavenencias de este fenómeno, seguramente hasta pediremos sanciones más crueles como cadena perpetua, pena de muerte, y algunos hasta estemos pensando en reactivar aquellos castigos que hacen parte del museo del Palacio de la Inquisición, porque no hay engañado al que no se le haya pasado por la cabeza solicitar el potro para el traidor.

Pero si en la misma consulta popular, se analizara, por alguna técnica de ficción, por medio de un programa que detectara los recuerdos libidinales y lujuriosos a través de la cornea, como sacados de una de esas malas películas que se estrenan en las carteleras de cine, tal vez un poco más de la mayoría de los consultados se tendría que poner bajo sospecha.

Y es que si algo tiene nuestro país, más grande que la riqueza cultural y las maravillas de la fauna y la flora, es un enorme capital de doble moralismo. Los comentarios que he escuchado por allí, aumentan mi risa, por ejemplo, de un taxista escuché que la idea pretende subsanar, con las pasiones de los infieles, el robo de las arcas vacías de un Estado corrupto. Yo no sé ustedes, pero cuando quiero saber de un tema, siempre le pregunto a un taxista.

La propuesta parece inofensiva, pero después del despropósito que hundió el proyecto de ley patrimonial para parejas homosexuales, está visto que en la viña del Señor todo es posible. Mejor me río para no llorar.

El tema de la infidelidad, que tanto preocupa, tiene raíces profundas en la manera como insistimos en configurar nuestras relaciones de pareja. La fidelidad debe ser una posibilidad que se construye, pero no una imposición. Si las prohibiciones fueran suficientes para que el ser humano dejara de actuar, aún seguiríamos estancados en el medioevo o unos cuantos siglos antes.

Colombia es un país multiétnico y pluricultural, la poliandria descrita en comunidades negras del Pacífico no va a desaparecer por las ocurrencias de un Senador. Si la intención es prevenir la violencia intrafamiliar, sería bueno revisar qué pasa con los recursos destinados para los programas de política social. El Senador Espíndola había sido conocido antes por el proyecto de ley que buscaba el subsidio para los cultivadores de papa, si está preocupado por lo que hacen los señores cultivadores de papa en su vida íntima, quitarles platica por cada infidelidad no va a ser buena idea, no sólo se les puede ir lo del subsidio, sino que algunos van a tener que hipotecar la casa para pagar.

Por supuesto no se trata de estar de acuerdo con la fidelidad, presiento que nadie lo está. Incluso algunos infieles estarán en contra, porque es en la piel de ellos que se vive la incertidumbre y reina la confusión y la culpa. Lo preocupante son las medidas que se proponen y los temas que se discuten, el que no conozca a Colombia creerá que al Congreso de este país le sobra el tiempo y que no tenemos problemas más estructurales.

Ahora, si el Senador nos garantiza que el dinero recaudado de la sanción se va a usar para sacar a los niños y las niñas de la desnutrición que los está matando, hasta se puede considerar promocionar la infidelidad para conseguir rubros más grandes. No faltará el infiel por altruismo, como un minero que algún día me dijo que consumía alcohol para colaborar con los fondos que las licoreras le dejaban a los hospitales.

Por allá en 1840, Nathaniel Hawthorne, había escrito un revelador libro titulado “La letra escarlata”, ojalá que el Senador no lo lea, porque se le puede venir alguna otra exótica idea. Entonces se dirá que se atacará el desempleo con la mano de obra que se necesitará para bordar la letra escarlata en la camiseta de los infieles estigmatizados. A lo mejor el país sale de pobre.