miércoles, 6 de junio de 2007

DE SIDA O INDIFERENCIA

En la década de los 80 se empezó a tener noticia de una enfermedad que estaba matando a los hombres homosexuales en Estados Unidos, y por aquella indiferencia prejuiciosa, aquí en Colombia pensábamos que no era con nosotros la cosa. Aún más la gente de mi generación, que por esos años no se enteraba aún si era gay o no.

Después se empezó a decir que la misma enfermedad estaba matando a las prostitutas, lo que aumentó las expresiones fascistas. No faltaba la abuelita moralista que se persignaba y aseguraba que todo era un castigo que mandaba Dios para ponerle orden a sus ovejas descarriadas. Como si Dios fuese capaz de la infamia de los seres humanos.

En poco tiempo se empezó a mencionar que entre las víctimas estaban los adictos a las drogas que usaban agujas contaminadas. La gente seguía creyendo que no era problema suyo, la enfermedad estaba cobrando víctimas en grupos sociales determinados. Por último se dijo que otra población de riesgo eran los profesionales de salud expuestos al virus, y en ese entonces médico que trabajara con un paciente infectado con VIH, se vestía como si acudiera a una cita con un alienígena, vestido de astronauta.

Desde aquella época hasta ahora la realidad del VIH ha cambiado desfavorablemente. Estados Unidos que en los años 80 era un país lejano, ahora está más cerca por la globalización y los avances tecnológicos. Ahora Colombia es el tercer país latinoamericano infectado con VIH después de México y Brasil.

El crecimiento de la enfermedad ha sido evidente en las poblaciones mencionadas, pero ha crecido de manera devastadora en otros grupos poblacionales: Los adolescentes, mujeres heterosexuales monógamas y los bebés.

La infección se ha hecho frecuente en adolescentes que apenas inician su vida sexual, algunos casos están asociados a la primera relación. Así mismo, ha crecido en mujeres con pareja estable, que en los últimos años han sido contagiadas con una incidencia tan alta que se ha empezado a hablar de la feminización de la epidemia. Y como muchas de estas mujeres están en edad reproductiva, la transmisión vertical de la enfermedad aumentó. Es lo que se llama transmisión madre – hijo, bebés que nacen infectados.

En el país es obligatorio realizar prueba de VIH a toda mujer durante el primer trimestre de embarazo, esto permite tomar algunas decisiones médicas que reduzcan el riesgo de contagio al bebé. Sin embargo todo el tiempo nacen niños y niñas infectados con VIH, hijos e hijas de madres que también tienen el virus.

Desde hace algún tiempo dejó de hablarse de grupos de riesgo. Poco importa si una persona es del grupo de los homosexuales, de las amas de casa monógamas, de las amas de casa bígamas, de las prostitutas, de adictos a la heroína o a la nicotina. Pertenezca al grupo al que pertenezca, las conductas de riesgo son las que determinan la posibilidad de infectarse.

Las condiciones de desplazamiento, el machismo y la inequidad de género, y el uso de alcohol y drogas son variables que alimentan el caldo de cultivo en el que crece la epidemia en Colombia. Se estima que para el 2010 en número de personas infectadas en el país podría estar en 800.000, cifra lamentable si se considera la tibieza con que el Estado sigue actuando para la prevención del VIH.

En el 2002, tres millones de personas en el mundo murieron de Sida y otras 42 millones están infectadas. Sin embargo, sigo pensando que nuestra peor enfermedad no es esta. La peor enfermedad que enfrenta el ser humano es peor que cualquier bomba de destrucción masiva. Nuestra peor enfermedad es la indiferencia. La indiferencia nos está matando. No está matando de guerra, de hambre, de soledad, de odio, de sangre, de discriminación. Nos mata de injusticia, de ganas de matarnos, de desesperanza, y también de Sida. También de Sida, mientras seguimos allí sentados con los brazos cruzados.


No hay comentarios.: