domingo, 9 de septiembre de 2007

ME RIO PARA NO LLORAR



¿Quién los ve andar por la ciudad, si todos están ciegos?
Los amantes, Julio Cortazar


En días pasados sacudió a la opinión pública una noticia que se mezclaba entre un matiz legislativo y otro farandulero. Con un sentido gracioso y hasta humorístico, el periodista anunciaba el proyecto de ley del Senador Edgar Espíndola que pretende una sanción económica para los infieles y otro tanto para el compañero o compañera de aventura.

El señor Espíndola, congresista por el partido Convergencia Ciudadana, como que olvidó la consigna de su propio partido que, entre otras cosas, se asume como pluralista. También olvidó, creo, el señor Espíndola, que no todos los colombianos y colombianas pertenecemos a la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia, que por supuesto lo reconoce como líder.

Tal vez si hacemos una consulta popular respecto al tema, la mayoría estemos en desacuerdo con la infidelidad y aquellos que hayamos sufrido en carne propia las desavenencias de este fenómeno, seguramente hasta pediremos sanciones más crueles como cadena perpetua, pena de muerte, y algunos hasta estemos pensando en reactivar aquellos castigos que hacen parte del museo del Palacio de la Inquisición, porque no hay engañado al que no se le haya pasado por la cabeza solicitar el potro para el traidor.

Pero si en la misma consulta popular, se analizara, por alguna técnica de ficción, por medio de un programa que detectara los recuerdos libidinales y lujuriosos a través de la cornea, como sacados de una de esas malas películas que se estrenan en las carteleras de cine, tal vez un poco más de la mayoría de los consultados se tendría que poner bajo sospecha.

Y es que si algo tiene nuestro país, más grande que la riqueza cultural y las maravillas de la fauna y la flora, es un enorme capital de doble moralismo. Los comentarios que he escuchado por allí, aumentan mi risa, por ejemplo, de un taxista escuché que la idea pretende subsanar, con las pasiones de los infieles, el robo de las arcas vacías de un Estado corrupto. Yo no sé ustedes, pero cuando quiero saber de un tema, siempre le pregunto a un taxista.

La propuesta parece inofensiva, pero después del despropósito que hundió el proyecto de ley patrimonial para parejas homosexuales, está visto que en la viña del Señor todo es posible. Mejor me río para no llorar.

El tema de la infidelidad, que tanto preocupa, tiene raíces profundas en la manera como insistimos en configurar nuestras relaciones de pareja. La fidelidad debe ser una posibilidad que se construye, pero no una imposición. Si las prohibiciones fueran suficientes para que el ser humano dejara de actuar, aún seguiríamos estancados en el medioevo o unos cuantos siglos antes.

Colombia es un país multiétnico y pluricultural, la poliandria descrita en comunidades negras del Pacífico no va a desaparecer por las ocurrencias de un Senador. Si la intención es prevenir la violencia intrafamiliar, sería bueno revisar qué pasa con los recursos destinados para los programas de política social. El Senador Espíndola había sido conocido antes por el proyecto de ley que buscaba el subsidio para los cultivadores de papa, si está preocupado por lo que hacen los señores cultivadores de papa en su vida íntima, quitarles platica por cada infidelidad no va a ser buena idea, no sólo se les puede ir lo del subsidio, sino que algunos van a tener que hipotecar la casa para pagar.

Por supuesto no se trata de estar de acuerdo con la fidelidad, presiento que nadie lo está. Incluso algunos infieles estarán en contra, porque es en la piel de ellos que se vive la incertidumbre y reina la confusión y la culpa. Lo preocupante son las medidas que se proponen y los temas que se discuten, el que no conozca a Colombia creerá que al Congreso de este país le sobra el tiempo y que no tenemos problemas más estructurales.

Ahora, si el Senador nos garantiza que el dinero recaudado de la sanción se va a usar para sacar a los niños y las niñas de la desnutrición que los está matando, hasta se puede considerar promocionar la infidelidad para conseguir rubros más grandes. No faltará el infiel por altruismo, como un minero que algún día me dijo que consumía alcohol para colaborar con los fondos que las licoreras le dejaban a los hospitales.

Por allá en 1840, Nathaniel Hawthorne, había escrito un revelador libro titulado “La letra escarlata”, ojalá que el Senador no lo lea, porque se le puede venir alguna otra exótica idea. Entonces se dirá que se atacará el desempleo con la mano de obra que se necesitará para bordar la letra escarlata en la camiseta de los infieles estigmatizados. A lo mejor el país sale de pobre.

1 comentario:

marioarq dijo...

NO es infiel el que no tiene la oportunidad, polvo que no se echa
polvo que se pierde, creo es de gabo la frase.
LA infidelidad es otro estigma inventado para acabar la naturaleza salvaje y perpetuar el oscurantismo que da mejores resultados políticos y religiosos por su puesto. Ese sello de falta, de pecado es lo que le da el sabor, imagínalo ahora como
" delito" serás delicuente público, no, pecado y basta.