jueves, 21 de febrero de 2008

SOMOS UNA SUMA DE MIRADAS



“Esta vez, si me resbalo y me caigo no hay dolor, te ofrezco el corazón, rellenito de estrellas. Esta vez, en la cuenta del mundo somos dos…”
Huellas, Rolando Pérez

En los últimos días el país tiene ganas de marchar, algunos salen y se visten de blanco y en el fondo de su alma ni saben por qué están marchando, que si el sentido de la marcha era uno, que si la otra será por los otros, que si cierto grupo de reputación salvaje apoyó alguna, que unos que no marchan, pero se concentran…, la gente está que se marcha y sale a caminar y a gritar cosas, por indignación, por solidaridad, por repudio, por algo que sienten pero ni se explican, y a la final, más allá de las razones ideológicas, la verdadera razón para dejar lo que se está haciendo, ponerse una camiseta y someterse a un sol inclemente, es la alteridad.

El ser humano, que parece a veces de naturaleza perversa, se asume a sí mismo por la mirada amorosa de aquellos que lo rodean. Los bebés cuando nacen, creen que su madre y ellos son la misma entidad. Un bebé de apenas un mes de nacido, cree sin espacio a la duda, que él y su madre son una misma cosa, un mismo cuerpo…, y los bebés son sabios, tienen la razón. Cuando la madre está angustiada, el bebé con un llanto súbito de dolor se queja de cólico. Las abuelas decían que la leche se le agriaba, que “mija no le des la teta si estás peleando con tu marido”, pero lo cierto es que se sabe que la madre es la “psiquis” y el bebé es el “soma”. Aquello que la madre siente, que ocurre en su vida emocional, se evidencia en síntomas en el cuerpo de su bebé.

A medida que el tiempo pasa, el bebé empieza a darse cuenta de que son dos seres humanos diferentes, lo sabe tanto, que alrededor de los 9 meses presenta lo que se llama ansiedad por separación, y consiste en un horrible miedo a que la mamá se vaya y le abandone, a que no regrese, y ese miedo se va quitando a lo largo de la vida y en realidad no se termina de quitar nunca, porque aún, siendo adultos, nos sentimos inquietos cuando nuestra madre se va de viaje, ni hablar de la angustia cuando pensamos en la posibilidad de su muerte.

Pero el caso es que el bebé se empieza a enterar que es otra cosa, diferente a ese ser que le alimenta de su seno y eso es triste, pero también desafiante, porque representa el reto entonces de descubrir quién es. Y un bebé, digamos, cuando tiene 1 año, ya sabe que él no es su madre, y no sabe hablar, pero debe tener una idea de su existencia, una referencia de sí mismo, porque un bebé no sabe bien si es un pollo, o un pony, a un pequeño bebé ni siquiera se le ha dicho que pertenezca a la especie de los humanos. Pero empieza a intuir quién es a partir de la manera como lo miran.

Entonces siempre le explico a las mamás con las que trabajo, que los niños y niñas saben quiénes son, a través de los ojos de las personas cercanas, de las personas significativas. No es el reflejo en el espejo lo que define la configuración de la subjetividad de un niño pequeño, es el reflejo en los ojos de su madre, en los ojos de su padre, de su hermana mayor, de la abuelita…, si esos ojos lo miran con amor, el niño crecerá convencido de que es un ser de amor, y poco importa si es un gato, o una iguana, pero reconoce su valor…, pero si esos ojos lo miran con desprecio, el niño crecerá con la convicción de que es un ser despreciable.

Soy, gracias a los ojos de esos otros que me miran, que con su mirada revelan mi existencia y ellos son, gracias a la mirada que les devuelvo, y les revela su existencia. Esto es precisamente la alteridad, que a la final somos una suma de miradas que vienen de un lado para el otro.

Mañana, sábado 23 de febrero a las 6 de la tarde, en la Playa de la Artillería, en el bar de Eparquio Vega, estaremos reunidos intentando devolverle una miradita a Rolando Pérez, convoco a todos los que deseen acompañarnos, que ojalá donde quiera que esté le llegue una lucecita de nuestros ojos, que le recuerden lo que significó y lo que sigue siendo en nuestra memoria.

Cuando matan a alguien y no sucede nada, existe una expresión popular que dice “lo mataron como a un perro”, pobres perros, no creo que tengan la culpa de la desgracia humana. No hay que meter a los perros en esto, la impunidad necesita de la mirada de todos, el malestar ese que lo sigue levantando a uno a marchar por algo, la voz de protesta colectiva.

Ha pasado un año desde aquel horrible día en que encontré a mi amigo asesinado, quisiera saber un año más tarde qué se ha hecho, quisiera saber cuándo se hará justicia, quisiera saber cuáles son las respuestas de la fiscalía, quisiera saber qué ha hecho el Consulado de Cuba además de devolver el féretro a su país, quisiera saber qué ha hecho la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en la que Rolando fue profesor de comunicación social por años y formó a muchos periodistas que ahora trabajan en los medios, cómo se han pronunciado los académicos, los intelectuales que creemos que tenemos parte en todos los debates sobre la violencia y otros asuntos.

La gente marcha, por una simple razón, porque necesita ir a algún lado que no sabe dónde queda. Porque en el mundo que estamos las cosas no van bien, y tenemos que caminar y no sabemos que no es desde la India Catalina hasta la Torre del Reloj, es caminar en la vida, es seguir espantándonos por la inmundicia de la maldad y seguir soñando, así sea en medio del delirio, que algún día tendremos un mundo diferente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

´Hace poco me convertí en madre por segunda vez y este artículo me enterneció en verdad...cuánta responsabilidad tememos como madres, pero es una que no pesa sino que agrada