miércoles, 10 de enero de 2007

LA RENUNCIA AL OLVIDO

Confieso que la semana pasada cometí un error y sólo me di cuenta cuando leí la columna ya publicada. Confieso que sentí vergüenza y luego me dio risa, tuve la fantasía de que nadie lo notara. Luego, en un arranque violento de responsabilidad, entendí que debía hacer la corrección, entregarme como esperando una rebaja de pena y confesar.

Sugerí regalar un libro en navidad y me atreví a hacer algunas recomendaciones de los que he considerado verdaderas obras maestras para reflexionar sobre temas de sexualidad, relaciones de pareja y género, señalé la urgencia de hacerlo este año, con el temor de que aprueben ese absurdo impuesto del 10% sobre cada libro que se compre.

En mi confesión debo decir que mencioné un texto maravilloso que se llama Fragmentos de amor furtivo, sólo que por un lapsus lingüis, dije que su autor era Héctor Abad Gómez, cuando en realidad es Héctor Abad Faciolince. Dije que era un libro del padre, cuando en realidad es obra del hijo.

Pensé que debía disculparme con Héctor Abad, cualquiera de los dos, pero luego comprendí que la culpa la tiene el mismo autor, no yo. En el análisis de mi error fui conciente del impacto que me ha causado leer su último libro El olvido que seremos, que no es otra cosa que la exaltación de la vida de su padre, y el dolor, que se convirtió en nostalgia, de su insoportable muerte.

Hoy está por acabarse el año, en esta fecha la gente anda con una marcha pre-apocalíptica, como comiéndose lo que no ha alcanzado en esta vida y como bebiéndose lo que no alcanzaría si tuviera otra. Hoy, gracias a los dos Héctor Abad y a este final de año, escribiré sobre el olvido, sobre el olvido que seremos.

Uno de los temores más grandes que enfrenta el amor, es el desamor. Después de tanto reconocimiento de un Yo a través del Otro Yo, por las palabras que nos dibujan, por la mirada que construye, por los besos que se detienen a confirmar nuestra existencia, siempre es posible la imagen desoladora del aterrador día en que ya no seamos lo que somos, y no podamos ser ni recuerdo por habernos convertido en olvido.

El temor de dejar de ser, de convertirnos en la nada. De que ese otro desde la distancia ya no piense en nosotros, que construya su mundo ajeno sin nuestros rastros, que no nos recuerde en una canción, que no evoque con melancolía la tarde que recogimos caracoles o aquella noche que hicimos el amor en un faro. El temor a recordar sin ser recordados, a vivir con la presencia de otro ser humano que no se detiene a constatar nuestra ausencia, porque ya no somos, porque simplemente dejamos de ser.

Si algo mata es ser olvidados. Quien en las cuentas de la media noche recuerde con dolor que ha sido olvidado, sentirá el despecho agónico de un año viejo que se va y que parece arrancarlo todo. Unos están en la distancia geográfica, otros murieron este año y unos cuantos en la cercanía y con las pulsaciones al día, se han convertido en difuntos antes de tiempo. Muchos en el exilio, en un país cuya lengua no se conoce, en el monte guerreando, secuestrados o detenidos en prisión, que son casi lo mismo siendo diferente. Unos al lado de otra persona que no somos nosotros. Están los locos que perdieron el contacto con la realidad, los que perdieron la conciencia y los que nunca la tuvieron. Y todos se preguntan por el olvido, anhelando ser recordados entre los primeros pensamientos del 2007.

Leyendo la historia de Funes el memorioso, un desdichado personaje que lo recordaba todo, entendí porqué es necesario también olvidar. Pero en este mundo que anda tan rápido, como queriendo llegar a un lugar con prisa, sin darse cuenta de que finalmente llegaremos todos al mismo, la gente ha aprendido a olvidarse y poco a recordarse.

Yo no sé usted qué hizo durante este año, qué tipo de relaciones construyó, si amó o no, si alguien lo extrañó o no, pero para el próximo año puede intentar construir ese tipo de relaciones que son para siempre y que dan la misma tranquilidad del mar cuando está calmado. Ese siempre que significa que dos seres humanos se encuentran y deciden existirse mutuamente y reconocer esa existencia como un hermoso regalo de la vida. De nada sirve ir a la cama con una persona distinta cada semana, si en las tardes enfrenta la más dolorosa soledad de no tener otro ser humano que extrañar, alguien a quien recordar. En cambio, de nada sirve ir a la cama todas las semanas con la misma persona, si no asume el desafío de construir una relación de incondicionalidad, en la que no se niegue la existencia del otro ser humano por la posesión y el dominio.

No importa lo que somos, no importa el nombre que tenga nuestra relación, si hoy somos esposos, novios, amantes o amigos, el amor no necesita de esas condiciones para ser para siempre, el amor sólo es capaz de reconocer el amor, y una vez llega el amor, el desamor sólo es una amarga e ínfima posibilidad, porque una vez llega el amor nunca más seremos olvido.

Un dulce mensaje de feliz año para todas y todos aquellos que me leyeron con pasión y me impulsaron en esta tarea, para quien ha sido mi maestro en la lectura y en la escritura, y para aquellos que representan la franca oposición y que se niegan a reflexionar sobre la sexualidad humana. Para la familia y los amigos que siempre me dieron ideas, para mi hija que es mi mejor editora y para la gente del periódico. Para todos y para mí, los mejores deseos para el 2007, que recordemos los dolores para no repetir innecesarias historias de sufrimiento y que aprendamos a ser presencia, cálido beso y un abrazo que dura siempre, para jamás ser olvido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace 15' almorce algo ligero y como habia dejado abiertos casi todos los portales tome este. Y clickeando llegue a este articulo. Los parrafos de las rectificaciones o disculpan no produjeron nada extraordinario en mi pero este si:
"Uno de los temores más grandes que enfrenta el amor, es el desamor. Después de tanto reconocimiento de un Yo a través del Otro Yo, por las palabras que nos dibujan, por la mirada que construye, por los besos que se detienen a confirmar nuestra existencia, siempre es posible la imagen desoladora del aterrador día en que ya no seamos lo que somos, y no podamos ser ni recuerdo por habernos convertido en olvido." y me parece increible se me solto una lagrimita. Casi nunca lloro fisicamente, lloro por impotencia o ira. Ese parrafo me mostro lo incapaz que he sido para aceptar una perdida, posiblemente porque nos amamos demasiado y fuimos una pareja que vivimos juntos muchas "mi primera vez". Si he amado despues y medioamo el dia de hoy pero nunca igual como a esa persona. Hay unas rimas de Becquer que me las repito en ciertas ocasiones donde la nostalgia en general me llega. Ahorita esa bendita nostalgia me llego lo que me asombra que fue despues de un momento donde senti como placidez y algo de ego inflado cuando con alguien con quien trabajo conversabamos y pude sentir que eso que nadie sabe excepto nosotros dos ninguno lo ha olvidado y hubo una miradita que me mostro algo de deseo en esa persona hacia a mi y asi le siguiera la hilacion a la conversacion en mi mente solo estaba: y si supieras cuanto te deseo, como me encantan tus movimientos, como lo contundente de tus ideas que defiendes a ultranza me llevan a ni se donde, que el viernes me fascino como vestia, y han pasado varios años y en los pasillos nos cruzamos y nos decimos mutuamente de las palabtras que detesto "Doctores".Eso es lo de menos. Pero termine ahorita soltando una lagrimita.
El olvido duele y hay personas que asi no lo sientan lo muestran para causar dolor.
Estas son las rimas:
LXX
De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.
Y esta vida mortal y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.

XIV
Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí
y pasa sonriéndose y yo digo
¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor,
y entonces pienso: -Acaso ella se ríe,
como me río yo.

No me importa la lagrimita, agradezco haber leido el articulo y darme cuenta de mi sensibilidad y que, bueno, mejor que no la pierda