miércoles, 16 de julio de 2008

LA DESNUDEZ DEL VESTIDO


“…una mujer extendida a su lado, la cabeza apoyada en su regazo, los ojos cerrados, los brazos escondidos en el amplio vestido rojo que se extendía alrededor, como una llama, sobre la estera color ceniza”
Fragmento de Seda, de Alessandro Baricco


Cada mañana lo mismo. Qué me pongo. Todo depende de para dónde voy. De cómo me siento. De quién me verá. La decisión del qué me pongo puede ser absolutamente complicada para algunos. Pantalón o falda. Corta o larga. Hasta la ropa interior resulta compleja.
María ha empezado a salir con su profesor de fisiología. Le gusta. Han ido a almorzar tacos, han ido al cine. Ahora él la ha invitado a cenar a su apartamento. Vive solo. Ella quiere ir, pero piensa que es demasiado pronto para acostarse con él. Quiere sólo besos contundentes y caricias. Se imagina revolcándose en el sofá de su profesor. Pero María dice que “no quiere dárselo”. Comete el error de muchas mujeres que creemos que en el sexo entregamos algo, pero en el sentido más estricto somos receptoras.
Quiere ir, pero se ha inventado un mecanismo de control. Como a María le importa excesivamente el qué dirán, sabe que jamás dejaría verse de un hombre si no está “presentable”. Ha decido ponerse sus calzones rotos. Son de florecitas. De un algodón que con el paso del tiempo ha empezado a exhibir unas transparencias en aquellas zonas en las que seguramente se ha restregado durante el lavado. Los elásticos se han empezado a aflojar y de algunos salen unos hilos desflecados, de esos que si uno jala no sabe cuándo va a terminar, ni dónde. Son grandes, imperfectos y sobre todo están rotos. Ventilan en la parte de adelante, en un huequito en el que se asoma tímidamente el vello púbico de María. Ella ha sido clara en su decisión de portarlos esa noche, los calzones rotos tienen un objetivo en su vida: Limitar cualquier fragilidad en la carne de María. Ser el obstáculo perfecto que evitará que ella se deje llevar por sus pasiones y termine haciendo el amor precozmente con su profesor de fisiología.
María ha sido enfática y ayuda su estrategia dejando sus piernas sin depilar. Se pone unos pantalones justos y se presenta en el apartamento del hombre. Un par de días después María confiesa su hazaña. Todo estaba controlado, hasta que se dejó llevar por la excitación y simplemente olvido sus calzones rotos. La fragilidad de su carne joven fue mayor y quedó expuesta a la vergüenza de aquellos inolvidables calzones rotos de florecitas.
Quisiera decir que esta historia termino mejor, que ahora están casados y tienen dos hijos, y que en las reuniones con sus amistades cuentan aquella anécdota. Pero no ocurrió. Tal vez él la ha olvidado y ella sólo lo recuerde por la vergüenza que sintió. Por retaliación configuró una burla sobre el tamaño de los testículos del profesor, pero en el fondo de su alma sólo quería estar a mano.
La ropa es sexo también. Siempre es prenda al servicio del erotismo y toma la connotación de fetiche. La desnudez es la exposición del cuerpo, tan violento, tan vulnerable. La ropa, sin embargo, obedece a mecanismos de seducción más elaborados. La transparencia seduce. Seduce ver desvestir, quitar una prenda tras otra como camino al encuentro visual con la piel. La ropa interior seduce, es la máscara de la genitalidad, el antifaz que oculta la culpa del deseo.
Las prendas tienen su propio espíritu, se impregnan de quién las viste. Se roban el olor de la piel. En una tienda de ropa para hombre, las camisas están allí esperando, tan parecidas a la espalda de aquel que las llevará. Están allí todos, colgados en un gancho. Tan serios los de manga larga. Tan atrevidos algunos. Son pedazos de esencias de hombres como un pinocho de madera que sólo espera un soplo de vida. Pero ligeramente, desde que las crean, sutilmente empiezan a tener carácter.
La ropa no es nada, son trapos. Trapos sobre trapos todos cosidos. La gente mata animales, los caza y los destripa para hacerlos zapatos o abrigos. La aventura insospechada de la ruta de la seda, dejaba expuesto el poder cautivador de una textura. Cruzar medio planeta sólo por seda. Trapos sobre trapos, todos finalmente elementos de seducción. Antes de quitarse la ropa, es mejor pensarlo dos veces. El desnudo es indiscutiblemente bello, pero la ropa es el juego erótico de lo imaginable, de lo posible. Una mujer se mueve diferente cuando lleva un pequeño interior de encaje rojo, aunque sólo ella sepa que lo lleva puesto. Determinamos nuestra ropa, pero también lo que usamos nos determina y nos seduce primero a nosotros mismos y después a los otros. En ocasiones, no hay mayor desnudo que seguir vestidos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Lástima que aún no esté cargado en el blog el último artículo, el de La Ceguera Pensante que aprendimos.
Dra Claudia: éste artículo lo leí el mismo día que salió y me gustó. Todos de una u otra manera siempre me gustan, creo que expuse el por qué ne alguno de mis comentarios.
Pero algo me agrada más y es que este espacio existe.Asumo que muchos entran al portal pero de pronto todos no quieren expresar sus ideas y más aún sus experiencias y el efecto mismo que le causa lo leido. Para mi éste constituye un gran espacio, es un medio que permite hacer catarsis y "desfogue" al tiempo. Que no desaparezca.
Ya ubicándonos en el contenido del artículo, siento identificación en algunos aspectos.
La ropa, si está bien, no es nada más que trapos y más trapos, pero muestra mucho de nosotros. Habla por nosotros. Yo me visto para mí, no para los demás, me visto como a mi me gusta y eso me da seguridad porque estoy como quiero estar. Me agrada sentir comodidad con mis prendas y con la textura de las telas. Sé que tengo mi propio estilo y ya. Pero también disfruto que alguien me desvita y yo desvertir, en eso soy extremadamente complaciente, entrando ya en el espacio de lo privado e íntimo.A quien no le agrada en un momento de entrega total que no sólo con las manos, sino hasta con los dientes, de a poquito lo desvistan? eso es sensualidad y es erótico, es delicioso. En mi caso es muy cierto eso que uno solito sepa qué prenda interior tiene hasta camina diferente, caramba!!!!

Anónimo dijo...

Error...equivocación el artículo es La ceguera BESANTE que aprendimos....quien estaba pensando era yo, pero ese artículo me hizo abrir más los ojos y la foto no la olvido y me llevó a besar todo el fin de semana.Pasé un delicioso fin de semana DEGUSTANDO

Anónimo dijo...

la historia de las pantaleticas rotas...que agudeza!!Muchas nos identificamos con la frase " muy pronto para darselo"...

Anónimo dijo...

Si, el tomar como fondo la historia de la chica de los pantaletitas rotas (con florecitas)para expresar sus apreciaciones frente a lo que es la ropa, los trapo, en fin, con lo que nos vestimos, tapamos o fingimos (dependiendo lo que haga cada quien) fue bastante apropiado. Es bastantante llamativo ese estilo de, a partir de un personaje que exista o se construya en la imaginacion, para transmitir tan claramente sus ideas es bastante, bastante especial y logra mayor recordacion en el lector y que este mismo se cuestione.

Mayra Elena Martinez dijo...

desnudos nos sentimos vulnerables...la ropa no es mas que nuestro "escudo protector"...pero ¿de que nos estaremos protegiendo?

Buy Cialis dijo...

me encanta la manera en que redactas la historia, y tambien la forma en que empiezas el articulo, la verdad que este tema es atipico, pero muy comun en la vida real de las doncellas, asi las llamo yo a las mujeres. Las doncellas deben estar preparadas para cualquier ocacion y vestir "facilito" para la hora sexual, ya sabes algo que sea de facil quitar, mejor si es comestible, asi el caballero se come la ropa interior en el acto.