lunes, 4 de agosto de 2008

LA CEGUERA BESANTE QUE APRENDIMOS

Para aquel que siempre es una luz en mis tinieblas.

Cuando era niña me sentaba frente al televisor a ver novelas. Casi todas eran mexicanas. A mi abuela le gustaban tanto que alquilaba videos de varios capítulos de una misma novela y en las noches, con un vaso de avena fría que ella misma preparaba, hacía un maratón de Los ricos también lloran, La Fierecita, La esclava Isaura y Bianca Vidal.
Me sentaba a su lado, a pesar de que mi padre estaba convencido de que ver novelas a mi edad podía embrutecerme. Ahora pienso como él. Es posible que mi porcentaje de embrutecimiento se explique por aquellas noches a media luz, con mi abuela en la mecedora de al lado y con el reflejo centelleante de la imagen del televisor que presentaba circunstancias que a mi corta edad no lograba comprender.
Allí aprendí a besar. Recibí ilustraciones protagonizadas por personajes que creía conocer realmente. Las malas, esos personajes antagónicos de las novelas, eran bellas, pérfidas y sobre todo brillantes. Las buenas, eran tontas, aburridas y lloronas. Los besos de las buenas y las malas tenían algo en común, todas besaban con los ojos cerrados.
Muchas mujeres de mi generación recibieron sus primeras clases de besos sentadas frente al televisor, suspirando por amores que parecían propios. Ahora creo que son las novelas las causantes de nuestra ceguera besante, esa negación a verle la cara de placer al prójimo cuando lo tenemos pegado a la boca.
Se supone que cerramos los ojos para concentrarnos más en lo que justamente se siente en la boca y no es una mala idea, pero la verdadera fatalidad es que creamos inconcebibles acercamientos con los ojos abiertos. En el sexo nos privamos con frecuencia de infinitos estímulos visuales que lastimeramente pasan frente a nuestros ojos cerrados.
La sexualidad está aún muy teñida de culpas católicas y no ver es la elección propia del camino de la vergüenza. Los hombres, menos culpabilizados, se atreven a descubrir la imagen erótica de la pareja, pero las mujeres nos negamos con frecuencia a descubrir al otro y a descubrirnos a nosotras mismas. Somos una especie de avestruz sexual, creyendo que si cerramos los ojos nada estaría pasando.
Detrás del pudor ciego de la sexualidad, a la final lo que se siente es miedo de quedar atrapados entre la mirada que nos devora y nuestros propios deseos. La mojigatería invidente es de tal tamaño, que muchas personas cierran los ojos desde el cortejo sexual y no los vuelven a abrir hasta que todo se ha acabado. Es una tristeza, pero muchos ni siquiera sospechan cómo es la cara de su pareja cuando llega al orgasmo, ni cómo sus labios entre abiertos forman ángulos perfectos cuando se encuentran en exquisito deleite por nosotros mismos.
La claridad y la oscuridad son opciones maravillosas para darle grados de luminosidad al amor, pero apagar la luz es una estrategia infame cuando tiene como pretensión aumentar nuestra ceguera, la negación de nuestro propio cuerpo y la negación de otro. Una cosa es jugar a encontrar nuestra piel en medio de una espesa oscuridad y otra distinta es huir del encuentro en medio del pretexto de las tinieblas.
Cuando el sexo usa los ojos descubre infinitas posibilidades que alimentan nuestros sentidos y lo que vemos se vuelve música que se atrapa por los ojos, descubrir la generoso paisaje del pecho que nos abraza, la locura de sus ojos agónicos y cada giro que dibuja la forma de su cuerpo, se suma a un éxtasis fantástico en el que la realidad que tenemos al frente supera cualquier ceguera imaginable. Ver o no ver, ese también es el dilema. Si cerramos los ojos lo imaginamos, si los abrimos allí estaremos, entregados, desnudos y hallados.
Culpo todas esas novelas de los años 80, las culpo a todas. Infames, nos educaron en la represión del voyerismo de nuestra propia intimidad. En algún lugar leí que la rana es el único animal que cierra los ojos cuando traga para no ver lo que se come, lo que me parece un acto de irresponsabilidad y poca cortesía de su parte. Podemos atrevernos a abrir los ojos, pero con el corazón entre las manos, porque de cualquier manera como en Ensayo sobre la ceguera de Saramago, es macabro ser vidente en un mundo de tantos ciegos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Dra.Buenas tardes.
Comentar sobre esto no me queda muy complicado porque afortunadamente, para bien o mal, tuve un momento en mi vida en que alguien hizo por mi algo, esa persona no lo sabe ni lo va a saber nunca, pero me hizo abrir los ojos por primera vez de manera extremadamente consciente y fue justo en un beso. Un beso que si lo clasificamos no seria facil, solo se tendrian las caracteristicas desde lo que yo senti:humedo, suave,dulce,delicado,abullonado como una almohada,mas ternura que sexualidad...y eso me sorprendio a tal punto que reaccione con la clara intencion de ver el rostro de la persona que lo hacia. Tremendo.
Hay mucha tela para cortar luego de leer el artículo.
Tengo una apreciacion relacionada con la rana y el contraste con lo que hace el sapo (basado en experimentos de hace añales y plasmado en un libro de literatura contemporanea de un reconocido escrito de Brasil) y son extremos.
La dejo para otro dia.
Por ahora me dispongo tener un agradable esperar del ocaso, disfrutar en la noche, recordando la impacte foto (que quien la dio por cortesia uff si que sabe, pienso, o por lo menos hizo que mas de uno que leyo el articulo decidiera no dejar pasar el dia sin dar un delicioso beso)y colocandolo en practica con la persona que esta a mi lado.

Anónimo dijo...

Este articulo me gusto mucho. El anterior fue muy bueno pero este el mejor leo de los que he leido desde que conoci la columna y quise leerla. Muy claro, diciente y contundente, desde gramatica,, semantica,forma, pero sobretodo contenido. La foto, mejor elegida no pudo ser, el titulo igual, la frase de entrada demasiado bien escogida y el texto en negrilla seleccionado del contenido resumia todo.
Felicitaciones.

Anónimo dijo...

Cuando me refiero al anterior quiero decir es el inmediatamente anterior, el de la semana pasada. ¿Marcas de pasion o control?

Anónimo dijo...

Increiblemente me encuentro con esta publicación y me sorprende que por siempre haber besado con los ojos abiertos me creia un ser extraño, pues me piden que cierre los ojos y yo no concibo un beso con los ojos cerrados, me parece tonto y anestesiante, la felicito por que es gratificante encontrar publicaciones que le devuelvan la sensualidad que otros nos quieren quitar

Anónimo dijo...

Hoy es un dia donde tengo poca inspiracion para desarrollar una idea que me corresponde, lo positivo es que se que apenas encuentre ese infimo espacio en mi mente donde salga la inspiracion sera fluidez total, asi que no me preocupa. Ahora tengo 10 portales abiertos donde leo y vuelvo a leer articulos de mis columnistas favoritos (por cierto hay uno que extraño y es kendon Mac Donald y uno del que es mejor mentenerme al margen Robert Parker - el critico de vinos mas influyente-). Total, este articulo tuvo full acogida y me encontre un grupo en Facebook, algo asi como Por que besar con los ojos cerrados? Ya no mas! y mi dedo indice ha tratado en multiples ocasiones de espichar la tecla en las palabritas "join this group" y no he tenido el valor y en la pestaña "photos" cuando se espicha y se despliega salen 5 fotitos y la primera es maravillosa (es una posicion deliciosa) y la palabrita "share" ya la he clickeado varias veces y no soy capaz de colocar una sola letra. Admiro profundamente a las personas que estan en el grupo y que les vale que sus contactos vean que ese este en la lista de sus grupos.

Mayra Elena Martinez dijo...

No creo que los besos se puedan clasificar como "anastesiados" si se dan con los ojos cerados. ¿Es que siempre que cerramos los ojos lo hacemos para entrar en un estado de inconsciencia? No. En ocasiones es bueno dejar quieto uno de los cinco sentidos y poder potenciar cualquiera de los cuatro que quedan, como los ciegos, que desarrollan un excelente oido, un excelente olfato y un tacto (sobre todo este último) extraordinario...