miércoles, 10 de enero de 2007

REFLEXIONES SOBRE LAS MUJERES Y LA GUERRA

Sólo le pido a diosQue la guerra no me sea indiferenteEs un monstruo grande y pisa fuerteToda la pobre inocencia de la gente
León Gieco

El 11 de septiembre de 2001 las Torres Gemelas cayeron en el más escalofriante caos. Estaba frente al televisor cuando CNN presentó las primeras imágenes de lo que fue una desmedida catástrofe. Ese mismo día miles de niños y niñas murieron de hambre según reporte de la FAO. Así parece ser la guerra, hechos trágicos se visibilizan ocasionando un desgraciado dolor en la memoria y otros hechos igual de trágicos no se reportan y sólo le duelen a las víctimas directas.
Mi abuelo estuvo en la guerra de Corea y aunque muestra con orgullo sus viejas medallas, reconoce con firmeza que la guerra es un brutal absurdo. Nadie gana, dice.
Aunque la historia parece indicar una vez tras otra que la guerra sigue siendo inevitable, no es otra cosa que la más vívida muestra de las limitaciones de la humanidad para llegar a acuerdos y construir alternativas. La guerra, en palabras de la investigadora social Juanita Barreto, aparece como la legitimación de la apropiación o destrucción de los cuerpos de quienes combaten y de los cuerpos de quienes habitan los escenarios en los que se libran las batallas.
Una de las más crueles estrategias de guerra ha sido la apropiación simbólica del cuerpo de las mujeres de los enemigos o incluso de las mujeres de la población civil. Por tanto, nos vemos obligados a propiciar profundas reflexiones sobre el papel de la mujer en una sociedad vulnerada por la violencia, a generar la pregunta por las mujeres en la guerra.
La pureza y la castidad han sido consideradas un valor en la mujer. En la historia de la humanidad se ha insistido en la imagen de la mujer desprovista de sexo como una virtud. Una cultura patriarcal que desexualiza a las mujeres que considera propia, pero un sentido deseo por poseer a las mujeres ajenas. En las guerras, esta visión se traduce como la percepción de la sexualidad de la mujer como un trofeo para el ganador o como la deshonra más grande para el enemigo.
Así, históricamente, el cuerpo de la mujer no ha escapado de las atrocidades. Ya en los remotos relatos de La Iliada, las mujeres se citaban como premios entre mulos y caballos. El 8 de marzo de 1994, grupos feministas fomentaban una movilización para que el Tribunal Internacional creado por las Naciones Unidas juzgara crímenes cometidos en el territorio de la ex-Yugoslavia, alertando sobre la existencia de 45 campos en lo cuales las mujeres eran sistemáticamente torturadas, violadas y embarazadas. En 1936, en Nanking, en menos de un mes, veinte mil mujeres fueron violadas por soldados japoneses. En 1971, en Bangladesh, se reportaron más de doscientas mil violaciones a mujeres durante nueve meses de terror.
No podemos dejar de lado las mujeres judías que fueron esterilizadas en campos de concentración nazis, o los testimonios de mujeres violadas y torturadas a finales de los 70 durante la dictadura militar argentina.
El cuerpo de la mujer como objeto se concibe en la guerra como un ataque instrumental, en el que la violencia sexual aparece como una estrategia más contra el enemigo. Las torturas evidencian su simbolismo en actos aberrantes. Los estudios de la antropóloga Donny Meertens mencionan esta misma manifestación de la violencia en nuestro país, en el que se conocen actos como violaciones a las mujeres delante de los hombres de su familia o agresiones físicas particularmente a mujeres embarazadas, a quienes sus agresores ven únicamente como procreadoras del enemigo odiado.
La guerra no sólo se ha limitado a utilizar el cuerpo de la mujer como estrategia letal, sino que además las ha sometido al desplazamiento forzado y a condiciones extremas en las que vulneran todos sus derechos sexuales y reproductivos.
El 11 de Septiembre no es un documental del sarcástico Michael Moore, ni es sólo un motivo para llorar por las dolorosas e inesperadas muertes en Nueva York, ni sólo para recordar el desastre posterior sobre la población civil en Afganistán, ni el inicio del silencioso pánico cotidiano de las respuestas extremistas. Más que eso debe ser un día para reflexionar sobre la guerra, sobre lo que mi abuelo, un excombatiente de Corea ha nombrado como el más grande absurdo de la humanidad.

3 comentarios:

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9/11 fue algo terrible, yo al verlo pense en toda la gente que sufrio por el capricho e idiotas creencias de una persona, aunque debo admitir hay muchas teorias y ciertas evidencias de que lo que paso fue algo provocado internamente, que el mismo govierno americano estaba involucrado.

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creo que ese fue uno de los peores tiempos para la humanidad, recuerdo que cuando vi esta noticia estaba durmiendo, recuerdo que mi padre me desperto y me conto lo que estaba pasando, terrible realmente terrible, ahora me gustaria decirte algo, un tanto fuera de contexto, pero me gusta mucho la manera en la que te vez en la segunda foto, tu sonrisa es muy sexy.

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