En nuestra cultura son aceptadas las relaciones amorosas de dos personas, parejas conformadas por un hombre y una mujer, existe el concepto de fidelidad, aunque muchos no lo sean, de exclusividad del amor y de la constancia, permanencia y estabilidad que significa decir “hasta que la muerte nos separe”. En muchas ocasiones, el hombre, sostiene una o más relaciones extramatrimoniales, lo que es criticado, pero posible, aunque es condenado cuando la infiel es la mujer.
En contraposición a esas estructuras rígidas de configuración de la pareja, hacen algunos años tomaron fuerza experiencias innovadoras que se describen por el intercambio de parejas, o parejas swingers. La gente empezó a criticar y a cuestionar, pero más de uno en el fondo lo que quería era probar. Por un lado se consideraban inadmisibles, y por otro lado se esperaba estar de viaje con la pareja en un lugar en el que nadie los conociera para animarse a entrar a un bar swingers.
La vida me ha enseñado, que en el tema de la sexualidad como en otros, siempre hay que tener bajo sospecha a aquellas personas que son los primeros en lanzar la piedra, en el fondo parece que lo que quieren es ser los primeros en lanzarse ellos mismos a aquello que precisamente juzgan. En muchas ciudades del mundo existen clubes swingers permanentes, a los que asisten parejas estables, muchas de ellas casadas, para buscar diversión en la posibilidad de intercambiar parejas y relacionarse eróticamente con otros dispuesta a entrar en el juego.
Los bares swingers se empezaron a mirar como el signo de exceso profano, de un desbordado libertinaje sexual. Pero alrededor del mundo el movimiento swingers se posiciona como una sana alternativa para jugar sexualmente entre adultos. Hombres y mujeres que participan en este intercambio reconocen reglas como el uso del preservativo, la equidad en las decisiones de la mujer y del hombre, el consentimiento de todos los participantes y la comprensión absoluta de la palabra No. Práctica desbordada o no, existe.
Muchas parejas empezaron a preguntarse por esta alternativa y muchos hicieron parte como una forma de cumplir sus fantasías sexuales. Un juego peligroso para aquellos que no están preparados ni seguros, los celos, la inseguridad y la posesión, combinado con un ambiente de alcohol, puede resultar en una mezcla peligrosa.
Sin embargo, más allá del juego erótico, existe un concepto que toma fuerza por su organización en algunas sociedades, este es el concepto de Poliamor. El poliamor no es definido como una moda, sino como un estilo de vida. Los activistas que lo respaldan, defienden la alternativa de formar relaciones abiertas con características similares a las parejas swingers, con dos particularidades: no son sólo una búsqueda de placer y diversión, son relaciones amorosas con vinculación afectiva entre sus participantes. No son relaciones de una noche de sexo, tienen la pretensión de permanencia, estabilidad y constancia.
Los poliamor conforman una comunidad afectiva, no creen en la exclusividad del amor y consideran a los celos como un sentimiento natural, pero peligroso para las relaciones entre los seres humanos.
No pretendo convencer a mis lectores de que esta sea una buena idea, ni más faltaba, pero la ineludible reflexión es que el mundo es un lugar mucho más grande de lo que muchos sospechamos. No es ni bueno ni malo, la cultura y las costumbres con las que hemos sido criados determinan con gran fuerza la concepción que se tenga de la realidad, y ya Albert Einstein intuía que era mucho más fácil modificar la estructura de un átomo que una idea o pensamiento arraigado.
A veces creemos que existe una sola forma de asumirnos, pero en realidad los seres humanos nos podemos asumir en innumerables posibilidades. Por convicción me quedo con la siguiente idea: poliamor, monógamos, en abstinencia declarada, como quiera que sea, la única lógica que debemos seguir es la que nuestro corazón marca, la lógica que nos acerque un poquito más a la felicidad, con pasión y un profundo respeto por nosotros mismos y por las personas que amamos. A veces es más fácil de lo que creemos, a veces no tanto, a veces para ser feliz sólo basta abrir los ojos.