lunes, 5 de noviembre de 2007

PARA LAS MENTES DE CORTO ÁNIMO


Una brisa suave y fresca entra por mi ventana como anunciando que el año está llegando a su final, que hace poco era enero y padecíamos la resaca de las celebraciones, y en menos de lo que sospechamos pasó con todos sus meses juntos, como abrazados.

Llevo más de tres años escribiendo cada semana esta columna, Manuel Lozano era quien coordinaba Revista Viernes en aquel entonces, y pienso que cualquier frase que tenga la expresión “aquel entonces” nos dice que alguien o algo se está volviendo viejo. Espero que sea Manuel Lozano. No siento que sea yo.

Empecé a escribir desde la desconfianza y la ignorancia. Desconfiaba de la libertad que gozaría para escribir lo largo y lo ancho de un tema tan controvertido como la sexualidad. Sin embargo, debo decirlo, el periódico no le ha quitado jamás ni una sola letra a alguna de las entregas que he realizado. La desconfianza se me quitó pronto. Escribir o hablar de un tema como la sexualidad, por más uso de la estética o de la lúdica que se haga, siempre debe estar enmarcado dentro de los derechos sexuales y reproductivos como parte vital de los derechos humanos, ese es el soporte técnico y conceptual que cada escrito sobre sexualidad debe tener.

La ignorancia es algo que ahora agradezco, si no hubiese sido por ella, nunca hubiese aceptado empezar a escribir. Al principio no era conciente de todas las personas que me leerían y eso me hizo atreverme. Un par de años más tarde, un periodista amigo me hizo la cuenta de cuántas personas podían estar leyéndome, ya era tarde para sentir pánico escénico.

He revisado algunos otros medios y es frecuente que las mujeres sean las que se toman la palabra para hablar de temas como la sexualidad, pisoteadas por años, las mujeres no éramos capaces ni de desear un orgasmo en voz alta. Ahora, son mujeres las que se aferran a la pluma para escribir palabras sexuales.

Creo que el silencio ancestral ha permitido que ahora las mujeres tengamos mucho por decir. Creo que hemos escuchado mucho, callamos y escuchamos, y ahora que somos capaces de hablar las palabras se atragantan en nuestras gargantas, mucho por preguntar, mucho por cuestionar.

Algunas mentes de corto ánimo, sin embargo, se confunden. Veo transformarse la mirada de algunos hombres cuando me conocen y saben que soy yo, la misma mujer que se atreve a hablar de sexo anal, la misma que escribe sobre el orgasmo y sobre la posición del misionero. Mujeres prejuiciosas y hombres lujuriosos, a ellos les dedico esta columna de hoy con una información de paso:

Para escribir sobre sexualidad no se necesita una recorrida experiencia sexual, lo que se necesita es la franqueza para usar las palabras que nadie quiere nombrar, para hablar de los miedos de muchos y las pasiones de todos. Escribir sobre sexo no es directamente proporcional a buscar sexo. En ocasiones, cuando más fluyen las palabras es cuando más tranquilo se está con respecto a nuestras propias búsquedas. No se equivoquen, una mujer que escribe sobre sexo no está buscando un hombre, guarden sus ideas morbosas, fantasiosas y lujuriosas para sus poluciones nocturnas.

Mientras más se reflexiona sobre sexualidad, la vida sexual se hace un poco más selectiva. Lo sexual no está únicamente en el encuentro con otro ser humano, existe una dimensión que lo precede, lo sexual se gesta dentro de nosotros mismos. Antes de salir como animales en celo, debemos indagar en nuestras propias razones, porque es imposible adherirse al alma ajena, cuando se desconoce la propia.

Ser mujer y escribir sobre sexo en una cultura como la nuestra, equivale a enfrentar la hostilidad de una falsa imagen. A esas mentes de corto ánimo les diré, a veces no hay mayor erotismo que el que se puede sentir cuando veo el color verde brillante de las hojas del palo de caucho que se posa majestuoso frente a mi ventana, el sonido de las gotas de lluvia cayendo sobre él, mojado, victorioso, acompañando cada texto que he escrito. Si hay algo sexual en mi vida personal que acompañe cada palabra que escribo, son momentos como estos, con la suave brisa de un aguacero que no se detiene y la pregunta sobre el paradero de los periquitos que frecuentemente danzan en cada rama.

La sexualidad no solo se vive en la cama, la sexualidad se vive en cada momento erótico de la existencia humana, del palo de caucho mojado por este domingo, del agua corriendo por mi calle, de un tímido pedacito de patilla que estoy saboreando y del recuerdo de la sonora risa de aquel que amo. Lo demás sólo se gesta en cada cabeza, y cada cabeza es un mundo de posibilidades.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dra su amigo tenia toda la razon miles de personas la han leido, la seguiran leyendo, algunas posiblemente no el mismo dia que sale la columna sino despues (pero estan pendientes), otras cno en medio fisico sino en este portal, pero si debe tener muchos muchos lectores.
Y tiene toda la razon en un mundillo de nariz aquilina y mente parroquiana lamentablemente se puede llegar a un estigmatizacion erronea frente a una mujer que aborde tematicas relacionadas con la sexualidad y el erotismo, pero muchos tambien lo vemos de otro manera todo no es sexo y cama, concavo y convexo: las cosas mas simples de la vida les dan un toque de brillo y hasta sensualidad y erotismo a la vida. Claro esta, todo esta en los ojos de quien mira y en su imaginacion, una imaginacion mesurada con cero morbo sino con la capacidad de lograr disfrutar desde la belleza de un arcoiris asi como la punta de la nariz untada de helado cuando su pareja se esta comiedo un simple cono.

Buy Cialis dijo...

No debes de temer de hablar de la sexualidad ya que es un tema que nos interesa a todos y ademas es algo sumamente natural, por otro lado to he adquirido buenos tips de aquí.