domingo, 1 de marzo de 2009

EL AUTOEROTISMO DE UN MARIDO

Teresa es una mujer normal, como la que se sienta en el escritorio de al lado. Usa gafas para el sol, come pistachos y cocina recetas de una abuela muerta. Como quiera que sea, la vida personal de un ser humano puede ser tan compleja, que jamás ella misma cree ser una mujer normal. Uno jura que su drama humano lo inscribe en el mundo de lo especialmente único. Tal vez lo sea.
Pero Teresa, como muchas otras, es una mujer normal aunque se pase la vida pensando que todo lo malo le ocurre a ella y que cuanta calamidad sea posible de ocurrir, le pasa sólo a ella. De todas las situaciones que le acontecen y la hacen sentirse desgraciada, existe una que Teresa vive con particular padecimiento: Su marido se masturba.
En ocasiones ella se queda dormida en las noches y la despierta un sutil movimiento en su cama matrimonial. Abre los ojos y encuentra a su hombre haciendo lo suyo. Allí, a su lado, como un villano frenético esperando la última luz para transgredir el orden bajo las mismas sábanas que comparte con su cónyuge.
Una tarde, después de regresar del softbol, se quedó frente al televisor hasta muy entrada la noche, tomando cervezas con el control remoto en la mano. Teresa lo sorprendió masturbándose. Al principio parecía avergonzado. Últimamente no habla del tema.
Con frecuencia tienen relaciones sexuales atrevidas. Incluso ella ha pensado que son la pareja perfecta. Sin embargo, un aguacero de quejas y reclamos han empezado a nublar aquel romance y una ráfaga helada empieza a rodear la relación. Teresa no soporta que su hombre de vez en cuando desee masturbarse. Cuando esto ocurre, se siente despreciada, como si él prefiriera su propia mano masculina que el cuerpo femenino que está dispuesto a acompañarlo.
Por masturbarse, Teresa lo ha llevado al psicólogo, quien se ha ganado un montoncito de dinero a costa de los desentendimientos entre los dos y la intrusa mano de un marido culposo. En la tercera sesión terapéutica, el psicólogo y su marido se habían empezado a hacer amigos y a Teresa no le dio confianza.
También lo consultó con el párroco de la Iglesia, que resultó tan liberal que le dijo a Teresa, palabras más, palabras menos, que buscara oficio. Pero si el párroco no lo condenó a una oratoria infinita de Padres Nuestros y Aves María, Teresa lo ha condenado a la culpa de sentirse un pésimo amante, un pecador, un hombre insaciable, un enfermo desquiciado y un sádico humillante de la feminidad de una mujer joven, abnegada y deseada.
Lo que Teresa no comprende es que el pene de su marido le pertenece a él, y como si fuera poco la mano que lo masturba también. Lo que Teresa no comprende es que sobre todo, aunque ella está casada con él, la sexualidad de él le pertenece a él. El matrimonio no es la compra de unos kilos de carne. El matrimonio no es el certificado de propiedad sobre las fantasías eróticas de otro ser humano, de su desarrollo sexual y de su intimidad.
Lo que Teresa no comprende es que la masturbación no es un derecho consagrado a la conducta adolescente, la masturbación es la posibilidad de encontrarse con el propio cuerpo en algo que se llama autoerotismo. A pesar de que la masturbación con frecuencia se presenta como una conducta auto exploratoria de la pubertad, puede darse a lo largo de la vida como parte del encuentro del cuerpo con el propio cuerpo y como propuesta de auto reconocimiento.
El autoerotismo es la posibilidad que todos los seres humanos tenemos de sentir placer en el propio reconocimiento de nuestra sexualidad. El sagrado derecho que tanto hombres como mujeres tenemos a tocarnos y acariciarnos.
Teresa, ha perdido tiempo culpando a su esposo, sin saber que antes de precisar la existencia de un problema, lo que tenía era la oportunidad de un encuentro distinto, de ser ella la portada de la revista que lo erotizaba, de ser la compañera clandestina, la cómplice en el juego sexual o simplemente la bella durmiente que respeta un espacio privado con él mismo.
La masturbación no es necesariamente el enemigo de la sexualidad de una pareja. No significa ineludiblemente la distancia entre dos personas. Incluso, de vez en cuando, puede ser la perfecta excusa de un juego sexual que nos acerca, que nos divierte y que nos acaricia de mil maneras. Tal vez un día Teresa aprenda a ser una mujer normal que puede deleitarse con la imagen de su marido bajo las sábanas.

2 comentarios:

YoSabina dijo...

El autoerotismo es algo importante en la vida de un ser humano. Pero ella tiene problema con él, no dices por qué, pero dices que los tiene, quizá no este del todo bien su relación. Independientemente de la sexualidad que marcha bien.

YoSabina

Sex Shop dijo...

Muy buenoooo!!!!