domingo, 1 de marzo de 2009

LOS AMORES LÉSBICOS

“Encontraron sus labios suaves en un beso. Sus lenguas húmedas se tocaron y sus vientres se hicieron uno sólo. Sus senos se juntaron en un abrazo infinito, jadeante. El frenesí de sus pubis se silenciaba en una sonrisa cómplice. Una era, ahora, de la otra”
Las amantes, Francesca Brango.

La isla de Lesbos es la tercera isla más grande de Grecia y casi la mitad de su superficie está cubierta por olivos. Fue la tierra que vio nacer a Safo, la poetisa cuya obra alberga escenarios de amor entre mujeres y la inmensa pasión de las relaciones humanas. Los amores lésbicos, caracterizados por aquellas pasiones desatadas entre mujeres, llevan este nombre en honor a esta isla, albergando inimaginables mitos.
Lo lésbico ha estado condenado a una doble sentencia. Por un lado está atado a lo femenino, que ha sido sometido históricamente dentro de un patriarcado depredador, y por otro lado está atado a lo homosexual, que significa la ruptura con el patrón dominante de la heterosexualidad. Así, doblemente juzgado por el mismo crimen, lo lésbico implica ser mujer y ser homosexual.
Tristemente la única forma en la que se acepta la sexualidad entre dos mujeres, es que esté al servicio de los hombres. El sistema patriarcal ha encontrado más una fuente de divertimento en la homosexualidad femenina que una amenaza. Se controla la ruptura del orden ocultando “la falta” detrás del placer voyerista de algunos hombres.
Los amores lésbicos se han plasmado en la pornografía alimentando el ojo del macho, que fantasea con ser el dueño de la imagen erótica entre dos mujeres. Tal vez esta sea la transgresión más grande a lo lésbico, cuando se obliga a convertirse en símbolo sexual de una sociedad de consumo devoradora de imagen.
Las relaciones eróticas entre mujeres se vuelve portada de un CD recién lanzado con miles de copias piratas, se vuelve beso público de reinas del pop y se vuelve promoción de un cine rojo triple x que se exhibe en salas de una calle céntrica y sucia.
Se perdona lo lésbico cuando sirve a lo masculino, de lo contrario, su segunda opción de existencia es bajo la connotación de travesura previa al matrimonio. Como juego sexual de niñas inmaduras que se divierten con la falda de su compañerita de clase, que se besan bajo la mesa y que escriben un diario adolescente juntas mientras poco a poco de convierten en mujeres adultas y conservadoras, dejando atrás un episodio poco decoroso y pueril.
De esta manera, lo lésbico se tiñe de un acto desmesurado de los impulsos sexuales de mujeres traviesas y absurdas, rebeldes que requieren pronto unas nalgadas, que fuman sin permiso y desobedecen antes de empezar a hacerse aburridas madres de familia con tres hijos y un marido sordo, un curso de jardinería y toda su moralidad reflejada en un vestido color guayaba. Mujeres que olvidaron toda su irreverencia y prefirieron quemar las páginas de aquellos diarios sucios de pecados no confesados.
De esta forma, tampoco existe el mínimo respeto por los amores lésbicos, que sólo parecen incluirse en la lista de las posibilidades si son pornográficos o actos pueriles de una juventud desequilibrada que se deja atrás con el matrimonio.
Quizá lo lésbico ha sido históricamente menos condenado y despreciado que la homosexualidad masculina, pero sin embargo ha sido lanzado al bote del silencio y de la indiferencia. Se discrimina menos, pero se silencia más. Se desprecia menos, pero se invisibiliza más. Se padece menos, pero se ignora más.
Las mujeres homosexuales no son tenidas en cuenta en los programas de salud sexual y reproductiva, en los que con frecuencia se asume la existencia de una pareja masculina exclusivamente.
Invisibles, silenciosas, no se juzgan porque simplemente ni siquiera existen para el mismo ojo que las discrimina. No existen. Ni siquiera existen para ser juzgadas. Ni siquiera existen para ser lloradas. Ni siquiera existen para ser negadas. Salvo una que otra que haya sido quemada en alguna hoguera del patio de atrás de una casa.

3 comentarios:

Ermes Barragan dijo...

Claudia,
Desde mi perspectiva y a mi modo, te leo los viernes y de vez en cuando me doy un paseo por tu blog. Tengo uno también, llamado Estudio de Grupos. Comencé examinando y criticando grupos sociales, luego haciendo poesía, cuentos, anecdotas, etc. Entre esos tengo una teoría del auge del lesbianismo que quiero compatir contigo, si me lo permites claro.

Anónimo dijo...

Me gusto tu redacción..., me gusta el punto de vista que has dado... he ganado muchos conceptos que no conocía gracias.

Buy Cialis dijo...

Llevas el lesbianismo a un nivel sumamente alto, dices palabras wue despiertan las sensualidad de cualquier mujer,Y es que la mujer es tan bella que se siente atraido por los del mismo sexo.Que gran blog me encanto el tema estuvo increible.